Se suele decir que la historia de una civilización comienza con la llegada de la escritura, ya que le permite comenzar a tener registros históricos, comunicarse entre la población y facilitar los complejos procesos de la administración y el comercio. Ya aparecieron precursores de la escritura en época prehistórica en forma de pinturas y petroglifos en madera y roca. Aunque se usaban para ritos religiosos, algunos petroglifos neolíticos ya eran herramienta de comunicación, por ejemplo en Escandinavia eran útiles para delimitar territorios entre tribus. También se han encontrado lo que parecen mapas cartográficos y astronómicos.
Dibujos, ideas y fonemas
Unos pocos milenios antes de Cristo, las nuevas necesidades de las sociedades urbanas provocan la creación de sistemas de escritura más o menos estandarizados. Estos sistemas surgen independientemente en diversos puntos del planeta, pero es interesante que todos siguen la evolución lógica del cerebro humano: comenzando por sistemas de pictogramas, o ilustraciones simbólicas de objetos. Estos signos se van alejando del concretismo y la unicidad típica de los petroglifos hasta derivar en puras representaciones de conceptos e ideas, los ideogramas. Obviamente, al representar ideas universales, se observan símbolos similares en muchas escrituras antiguas no relacionadas.
De los primeros sistemas de escritura logográficos -compuestos por pictogramas e ideogramas- los más relevantes fueron los desarrollados en Oriente Medio alrededor del cuarto milenio antes de Cristo. En Mesopotamia y Egipto desde antiguo se utilizaban fichas con grabados para inventariar productos comerciales. Esto derivó en Mesopotamia, alrededor del 3400 a.C., en tablas en las que se grababan símbolos numéricos, y luego pictogramas, por medio de cuñas triangulares. Es lo que se conoce como cuneiforme, donde los signos eran dibujos hechos mediante complejas combinaciones de muescas. A partir del 2900 a.C. los pictogramas se fueron haciendo más simples y abstractos para acabar algunos perdiendo su significado y representar sílabas del lenguaje sumerio. Sin embargo, algunos sistemas de escritura como el hurrita y el hitita, evolucionaron a partir del cuneiforme en su época logográfica, por ello han sido muy difíciles, si no imposibles, de descifrar por los arqueólogos. Progresivamente, a partir del siglo VI a.C., la escritura cuneiforme fue sutituida por las caligrafías arameas.
El sistema de escritura egipcio, de época similar, estuvo relacionado con el cuneiforme, aunque era más frecuente escribirlo en piedra o yeso, y luego en papiro, con una técnica muy estilizada. En Egipto se conocen sistemas de logogramas que datan del 3200 a.C, de los que emergieron, mil años después, los conocidos jeroglíficos. Los jeroglíficos eran sistemas compuestos por logogramas, determinantes -que matizaban significado según el contexto- y fonemas, que fueron efectivamente el primer alfabeto de la Historia. El uso del alfabeto fue evolucionando en el meroítico, a la vez que se extendía y sustituía los logogramas por toda Mesopotamia, donde surgieron, en el último milenio a.C., alfabetos en escritura cuneiforme, como el ugarítico y el persa.
Estos sistemas de escritura eran difíciles de dominar, y durante siglos sólo la reducida clase de los escribas tenía los conocimientos para hacerlo. Toda la literatura de la época salía de las diferentes escuelas de escribas, donde ingresaban personas de altos estratos sociales al servicio de templos o autoridades militares. En Mesopotamia, con la adaptación del cuneiforme a las nuevas lenguas en épocas acadia, babilonia y asiria, y en Egipto con la adopción del demótico, éste se fue simplificando y extendiendo entre la mayoría de la población, pese a los esfuerzos de los escribas de mantener su posición manteniendo las inscripciones cultas, como el cuneiforme sumerio y el jeroglífico egipcio para usos religiosos, diferenciándose cada vez más de la escritura popular.
La trascendencia fenicia
Alrededor del siglo XI a.C., una forma alfabética de jeroglífico, el hierático, evolucionó. En el cuerno de África se convirtió en el alfabeto Ge'ez o etíope, y hacia el norte fue adoptado por hablantes de lengua semita hasta convertirse en el alfabeto fenicio, de tipo abjad -es decir, sin fonemas para vocales-.
Posteriormente, con la colonización fenicia, se convirtió en el principal sistema de escritura del Mediterráneo, del que surgieron la mayoría de los alfabetos que conocemos hoy. En su vertiente occidental, los griegos adoptaron este alfabeto y le introdujeron las vocales, del que evolucionaron bastante directamente el alfabeto etrusco y el latino. Éste último derivó sólo en forma -en el Imperio Carolingio se introdujeron las minúsculas- durante la Edad Media, y gracias a la extensión del Cristianismo Romano y la transcripción de la Biblia, se extendió por todo Occidente. Tuvo que competir en el Este de Europa, sin embargo, con el cirílico, evolución del glagolítico, otra variante del griego establecida en el siglo IX por San Cirilo. El cirílico, inventado en el siglo X por San Clemente de Ohrid, en Bizancio, fue usada para la liturgia y la transcripción de la Biblia en todo el territorio de la Iglesia Ortodoxa -recientemente, en el siglo XVIII, Rumanía adoptó el alfabeto latino-.
En Egipto, el copto apareció en el siglo I a.C. como una transformación al alfabeto griego del antiguo demótico. Entre la población celta y germánica se extendieron los alfabetos ogham y rúnico, relacionados con el griego, y utilizados antes de la cristianización, talladas en roca o madera, con finalidad ritual o mágica. Otros alfabetos derivados del griego surgieron como soluciones prácticas, para permitir una transcripción de la Biblia adaptable a la fonética del lenguaje. En el siglo IV, el obispo Ulfilas creó en Nicópolis el alfabeto gótico, que sustituyó la escritura rúnica y se usó durante siglos en Europa Septentrional. El alfabeto armenio fue inventado a principios del siglo V por San Mesrob con idéntifa finalidad, al igual que el alfabeto georgiano, supuestamente relacionado también con el arameo pero que todavía se considera un misterio.
La variante oriental del alfabeto fenicio, el arameo, siguió siendo un abjad. De él surgió directamente el hebreo en el siglo X a.C., y unos siglos más tarde, a partir de una variante popular en letras minúsculas, el árabe y el brahmánico. Gracias a la expansión del Islam durante la Edad Media, el árabe se convirtió en la escritura oficial de los grandes imperios musulmanes, desde Al-Andalus hasta Persia. Poco a poco sustituyó otros alfabetos arameos, como el orkhon y el sogdian en antiguos territorios turcos, y el tifinagh, de origen bereber, actualmente usado muy minoritariamente por los tuaregs.
La escritura aramea llegó a la India a través de comerciantes persas, y se extendió por la península en el siglo III, durante el reinado de Asoka, que ya utilizaba una forma de alfabeto devanagari para escribir sus edictos. A lo largo del tiempo esta familia de alfabetos sufrió muchos cambios, para adaptar la fonética de la lengua semita a las diferentes lenguas, con muy diferentes orígenes, de la India y el Sudeste asiático -devanagari, nagari oriental, oriya, gujarati, ranjana...-. Con el budismo, el alfabeto brahmánico antiguo se extendió en los territorios practicantes. Hacia el norte, derivó hacia los alfabetos mongol, tibetano y phags-pa. Éste último, creado en época de Kublai Kan para adecuarse mejor a la fonética china y mongol, terminó siendo un modelo para el rey Sejong de Corea, en el siglo XV, para crear un nuevo alfabeto que combinara los bloques silábicos brahmánicos con ideogramas y fonemas y así sustituyera al chino, poco adecuado a la fonética coreana. Tras siglos de resistencia por parte de las clases aristocráticas y adeptos confucianistas, el alfabeto hangul se convirtió en oficial con la aparición del nacionalismo coreano bien entrado el siglo XIX.
Escrituras de Oriente
Con un origen totalmente independiente, surgió la caligrafía china. Se sabe con certeza que en el 1500 a.C., durante la dinastía Shang, ya existía un sistema de escritura, aunque hallazgos recientes en China central han descubierto signos similares al chino moderno en esculturas datadas en el noveno milenio antes de Cristo, pudiendo convertirse en la escritura más antigua de la Historia. El lenguaje chino, en su origen, estaba formado por palabras monosilábicas, de manera que cada carácter sólo podía definir un concepto -ideogramas-. En la actualidad, es la única escritura no basada en un alfabeto fonético, aunque muchos caracteres muestran indicaciones de pronunciación. Ante la diversidad de lenguas chinas existentes, durante la dinastía Qin se formalizó la misma escritura para todas ellas, algo que se ha conservado hasta la actualidad.
En el siglo IV, el chino llegó a Japón, pero no se usó la caligrafía china para escribir el japonés, propio de iletrados, hasta la invención del man'yogana. Esta escritura por bloques silábicos, utilizada en origen para escribir poesía, dio valor fonético, en lugar de semántico, a los caracteres chinos, haciéndola apta al idioma. Del man'yogana proceden los actuales hiragana y katakana. Los ideogramas o kanji son calcos del chino, utilizados originalmente para definir nuevos conceptos que venían de China. En la era Meiji se dedicaron esfuerzos a simplificar el idioma e introducir caracteres latinos en palabras importadas.
Formas olvidadas
Por supuesto, el éxito de estos sistemas de escritura vino acompañado de la desaparición de otros también milenarios y surgidos paralelamente, que por ser menos adecuados al lenguaje o por motivos sociopolíticos, fueron sustituidos por los nuevos. Ejemplos de ellos son la escritura harappa del valle del Indo, todavía sin descifrar, o el sistema lineal minoico-micénico, desaparecido con la llegada del alfabeto griego.
La enorme difusión de la escritura latina por todo el mundo, tras la colonización y el uso en Europa de mejores soportes para ella, especialmente el papel y la imprenta, hizo que la mayoría de las lenguas del mundo acabaran adoptándola. Esto ocurrió tanto en lugares en los que no existía método de escritura, como en otros en los que sí que existía algún tipo de sistema de signos más primitivo, generalmente ideográfico. Todos ellos acabaron desplazados y desapareciendo. En la América precolombina el más desarrollado era el sistema maya, esculpido en piedra o pintado en cerámica, de ideogramas muy laboriosos, que se perdió con la caída de su cultura. También se cree que los incas tenían el suyo, elaborado a partir de hilos anudados, pues éstos formaban un sistema de símbolos con repeticiones, aunque no ha sido descifrado. En África también existían escrituras de origen indígena, el sistema nsibidi era usado por la sociedad secreta de los Efiks que gobernaban en Nigeria.
jueves, enero 17, 2008
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