Viena, al amanecer del siglo XX, era una enorme ciudad, capital del Imperio Austrohúngaro, y el cuarto centro político y financiero del mundo. Es la época clásica de Francisco José y Sissi, los valses y óperas, y los suntuosos palacios y edificios eclécticos vieneses. Sin embargo, cerca de los rancios ambientes de la aristocracia decadente de los Habsburgo y el cerrado racionalismo artístico, existía en la sombra un enjambre de artistas de vanguardia, rebosando de energía intelectual y sensual. Las obras de esta generación "clandestina", progresistas y provocadoras, chocaron constantemente con el conservadurismo de la cultura austrohúngara. Hoy en día, nuestra visión moderna lo considera uno de los movimientos más creativos de la Historia.
Simbolismo vs Realismo
En los últimos años del siglo anterior, llegó a Austria la influencia de la corriente simbolista. Este movimiento había surgido como oposición al realismo y naturalismo imperantes, que habían dejado de tener sentido con la difusión de la fotografía. El simbolismo, en cambio, rechazaba la mera representación de las apariencias en favor de las ideas, una especie de forma de pensar neorromántica y espiritual. Se tratan reflexiones sobre la vida y la muerte, el amor, la divinidad, la naturaleza, las estaciones del año, etc. Especialmente se representa la figura de la mujer, que simboliza por sí misma tanto el deseo como la muerte (Klimt), un ser sensual que se vuelve casi mágico (Mucha) y finalmente simplemente provocador (Schiele).
En medio de este ambiente entre academismo y simbolismo, de las viejas y las nuevas generaciones de artistas de la Escuela de Artes y Oficios de Viena, estudió el joven Gustav Klimt, hijo de un inmigrante de Bohemia. Criado en un ambiente pobre pero cercano al arte, era un ferviente admirador del pintor clasicista Hans Makart. Sin embargo, sus experimentos en motivos alegóricos y sus dorados trabajos en decoración arquitectónica, así como la búsqueda de la simbología transmitida por la sensualidad femenina, terminaron de marcar su estilo personal.
Tuvo de hecho grandes problemas con esto último, cuando realizó las pinturas Filosofía, Medicina y Jurisprudencia para la Universidad de Viena en 1894. Las conservadoras personalidades políticas, estéticas y religiosas del Imperio se llevaron las manos a la cabeza ante el explícito lenguaje sexual de estas obras, que fueron consideradas abiertamente como "pornográficas". Klimt no volvió a aceptar encargos de instituciones públicas.
La secesión vienesa
Mientras tanto, en Francia y Gran Bretaña, surgía el Art Nouveau. Directamente relacionado con el simbolismo, pero con más aportaciones estéticas que de concepto, uno de sus mayores representantes gráficos fue el checo Alfons Mucha, natural de Moravia. Tras fracasar en Viena, movió su estudio a París, donde adquirió un gran prestigio y un inesperado éxito comercial, especialmente en los diseños de los carteles para las obras de la actriz Sarah Bernhardt y en las revistas de difusión simbolista (La plume, 1898). Aun sin estar relacionado con Klimt, también persiguió la espiritualidad mediante la representación sensual del cuerpo femenino, pero tratándolas como personajes intocables dignos de cuentos de hadas.
La versión austriaca de este arte fue representada por el movimiento de la Secesión de Viena, fundado por Klimt y otros artistas en 1897 a imagen de los movimientos de Munich y Berlín. Con los años, influiría más que éstos en las nuevas corrientes del Art Nouveau. El objetivo de la institución se centró en oponerse al insípido eclectismo imperante y fomentar la experimentación en nuevos materiales y formas decorativas que, de nuevo, rompieran con los clásicos de la época. De hecho, construyeron su propio pabellón de exposiciones, diseñado por uno de los componentes, el arquitecto Josef Maria Olbrich. Otros miembros del movimiento fueron los arquitectos Otto Wagner y Josef Hoffman, y el pintor y decorador Koloman Moser.
Durante cinco años, la institución creó efectivamente un nuevo estilo que se secesionaba de todo lo existente, utilizando motivos y formas más puros y abstractos en sus obras. Además, éstas consiguieron mezclar diferentes artes decorativas en una sola -arquitectura, pintura, orfebrería, decoración- acercándose a la idea llamada del "arte total".
En 1903, tres de los principales artistas del movimiento, Klimt, Hoffman y Moser no pudieron soportar convivir con una facción que se oponía a la fusión de las artes decorativas -los llamados naturalistas-, y fundaron independientemente el Wiener Werkstätte. Es este instituto el que creó el estilo más verdaderamente distintivo de la corriente Art Nouveau, la aplicación de la belleza a los objetos prácticos, caracterizada por las formas simples, la decoración minimalista y el uso de patrones geométricos.
Ya en 1899, en su Nuda Verita, Klimt había introducido una cita de Schiller: "Si no puedes agradar a todos con tus hechos y tu arte, complace a unos pocos". Efectivamente, el arte producido por la Werkstätte defendía el valor de ser único y manual, en oposición a las corrientes industrialistas de las Escuelas de Artes y Oficios europeas, orientadas cada vez más a la producción en masa. Este espíritu elitista fue confirmado por Hoffman, al decir que "ya que no es posible trabajar para todo el mercado, nos concentraremos en aquéllos que se lo pueden permitir."
Romper con las tendencias sociales que les rodearon tuvieron su precio: Tanto Hoffman como Olbrich fueron exiliados, el primero a Bruselas y el segundo a Darmstadt (Alemania), donde continuó participando activamente de la escuela modernista de la ciudad. Por su parte, Hoffman continuó persiguiendo la aplicación práctica del arte en arquitectura y objetos, y sentó las bases de lo que después sería el Art Deco.
Nuevas secesiones. El expresionismo
Junto con su discípulo, Egon Schiele, Klimt creó en 1917 el Kunsthalle (Salón de Arte) de Viena, para atraer a artistas locales y evitar su fuga al extranjero. Klimt se mostró siempre muy interesado en el joven pintor, le introdujo en el Wiener Werkstätte, y en 1908 tuvo su primera exposición. Juntos experimentaron con nuevas tendencias simbolistas, más centradas en los sueños y aspectos más oscuros de la conciencia humana, como la angustia y la soledad. El estilo de Schiele, sin embargo, fue cada vez más diferente al de su maestro, ya que descuidaba el estilo de sus obras para centrarse en la pura expresión de la idea. Había nacido el expresionismo.
No hay que olvidar, con un estilo más personal, al genial y excéntrico pintor húngaro Csontváry, también a medio camino ente el simbolismo y expresionismo, y sus misteriosos cuadros plagados de metáforas y sentimiento dramático.
Schiele abandonó a Klimt para dedicarse enteramente al nuevo estilo. Al igual que su maestro, Schiele ganó prestigio en toda Europa pese a no ser un gran viajero, de hecho prefirió recluirse en su estudio, lejos del ruido de Viena. Sin embargo, no deja de observar los comportamientos neuróticos de los habitantes de la ciudad, decadente y replegada sobre sí misma, descritos por Sigmund Freud y representados por él mismo y su contemporáneo Oskar Kokoschka, que recibió formación del genial Klimt. Éste último se convertiría, tras la prematura muerte del maestro y de Schiele en 1918, en el más intenso artista expresionista del siglo XX, cuyos cuadros, declarados "degenerados" y perseguidos por los nazis, reflejaron los aspectos más desgarradores y oscuros de la difícil época que vivió.
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1 comentario:
Muy buen post. Me encanta Klint y su simbolismo.
Buen blog. Me pasaré por aquí.
Saludos.
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