
Convulsiones religiosas en Europa
Todo comenzó en la ciudad suiza de Zurich, en Enero de 1525. Eran los años de la reforma religiosa desencadenada por Lutero. En cada ciudad europea surgían nuevas teologías, interpretaciones y corrientes cristianas que cuestionaban la doctrina de Roma. El pastor Ulrich Zwingli, líder del movimiento reformista en Zurich, tuvo un encontronazo con un grupo, liderado por Conrad Grebel, que exigía una reforma rápida y radical. Se hacían llamar a sí mismos anabaptistas ("rebautizadores"), ya que rechazaban el bautismo infantil por considerarlo involuntario, y exigían que todo cristiano fuera bautizado ya en edad adulta. Sin embargo, también defendían la total independencia del Estado y la Iglesia, y eso les trajo problemas. El Concilio de Zurich apoyó a Zwingli al expulsarlos de la ciudad.
Ante la mala acogida que la reciente comunidad había recibido de los gobernantes, por considerarlos peligrosos, en 1527 se reunió en Augsburgo el "sínodo de los mártires", donde los principales seguidores del movimiento acordaron las bases teológicas del anabaptismo. Poco después de la celebración del sínodo, la mayoría de los participantes fueron arrestados y ejecutados.
A partir de ese momento, los anabaptistas (llamados menonitas, en honor a uno de sus líderes espirituales, el holandés Menno Simons) fueron perseguidos tanto por católicos como por luteranos, y asesinados por miles. Esto les obligó a comenzar a reunirse en secreto por las noches, en sus casas o en cuevas. Poco a poco fueron cerrándose en sí mismos, recluyéndose de la sociedad, y cambiaron la intención de evangelizar a la gente por la de vivir de manera humilde, "predicando con el ejemplo". Un grupo de ellos se unió, durante el siglo XVII, a la Iglesia oficial de Suiza, y consiguió que las persecuciones cesaran. A causa de esto, los menonitas restantes se fragmentaron. En 1693, el joven Jacob Amán rompió con su comunidad, acusándola de ser tolerante hacia estos menonitas que estaban integrados en la Iglesia. Terminó formando, junto con otros seguidores, la comunidad amish, que representó desde entonces la corriente más radical de la ideología menonita.
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En el siglo XVII, la existencia de amish y menonitas en Europa estaba más o menos aceptada, pero nunca dejó de incomodar a los príncipes, y de hecho, en algunos territorios las persecuciones no terminaron hasta 1710. Estas comunidades fueron vagando de país en país, sujetas a la tolerancia mostrada por el gobierno correspondiente, y sobre todo, a la utilidad que se les podía sacar. Efectivamente, los menonitas eran conocidos por su tenacidad en el trabajo, su pacifismo y su desinterés por entrometerse en la política. Así pues, mientras se les consiguiera aislar del resto de la sociedad, eran útiles para recuperar tierras empobrecidas y labrar zonas sin roturar. Los gobernantes sólo tenían, pues, que montar leyes que no les permitieran mostrarse en público: estuvieron obligados a construir sus iglesias en calles traseras, y no se les permitía tocar la campana para llamar a misa. Unos impuestos más altos que el resto de la población les terminaba de cortar todo poder de influencia.
A mediados del siglo XVII, la mayoría de los menonitas huyeron de los Países Bajos, donde habían gozado de una relativa calma durante años. El endurecimiento de sus condiciones les llevaron a Alemania, en las cercanas regiones de Westfalia, Sajonia y Hamburgo, donde se unieron a un grupo de cientos de cuáqueros existentes y también confinado en esas tierras. Los cuáqueros habían surgido recientemente en la puritana Inglaterra, como un movimiento que defendía la meditación libre y personal sobre la religión, y fueron conveni

Fue entre este grupo de cuáqueros y menonitas discriminados que el terrateniente William Penn (también cuáquero) solicitó colonos para su nuevo asentamiento. Penn había recibido en 1681, gracias a la influencia de su familia, las tierras de la región que llamó Silvania (más tarde Pensilvania en su nombre), y allí creó un territorio con leyes propias que garantizaban el libre culto y una ley equitativa de impuestos. La primera colonia americana de este tipo consistió en una familia menonita y doce de cuáqueros, que fundaron Germantown, a las afueras de Filadelfia, en 1683. Durante los años siguientes, 2500 menonitas y 500 amish llegaron a la región, desplazándose poco a poco hacia el occidental condado de Lancaster, de tierras más salvajes y baratas. Una forma de holandés y alemán eran, y aún son hoy en día en algunos grupos, la lengua usada por estas gentes.
Entre estas comunidades pronto se produjeron nuevas fragmentaciones, al contrario de sus análogos europeos, que terminaron fundiéndose en una única Iglesia Menonita. En América terminó por diferenciarse el movimiento de la Antigua Orden Menonita, de otras comunidades. Estos se convirtieron en las típicas y sencillas granjas aisladas de personajes barbudos, totalmente reacios al uso de tecnología, a utilizar botones y a la educación superior de sus hijos. Sus valores han sido siempre la pertenencia a la comunidad, el amor por la tierra, y la educación religiosa y orientada a oficios artesanales.
Los amish han estado, desde su aparición, exentos del servicio militar y fuera del sistema de seguridad social, al creerse ellos solos en derecho de cuidar a la comunidad. Igualmente ocurre con otros servicios, casi todas las iglesias tienen seguros de vida para los miembros de la comunidad. El Mennonite Disaster Service es una red norteamericana de voluntarios que actúan en emergencias nacionales o locales. Es curioso el caso del Amish Lancaster County, que en 1885 creó su propio cuerpo de bomberos.
Menonitas disidentes
El resto de grupos menonitas (huteritas, menonitas de la Iglesia de Dios en Cristo, Brethren de Cristo) , algunos más progresistas y otros más puritanos, comparten la gran parte de la doctrina con los primeros, pero variando algunos comportamientos e interpretaciones de determinados versículos de la Biblia. El grupo probablemente más curioso fue el que fundó el Monasterio de Éfrata, también en el condado de Lancaster (Pensilvania) en 1732. Éstos descendían de una rama pietista de los menonitas alemanes asentados en Germantown, de la que en 1728 se habían escindido los Baptistas del S

De entre ellos, el carismático Conrad Beissel fundó la comunidad de eremitas de la que se proclamó líder. Esta comunidad pretendía vivir en la tierra de la forma más parecida posible a como se imaginaban que sería en el cielo. La vida en el monasterio se caracterizó por una disciplina muy dura, que incluía dormir seis horas cada noche en un cajón de madera y comer una sola comida vegetariana al día (aunque en la Biblia no se menciona en ningún momento que en el cielo haya que comer, se pensó que si no se incluía una comida al día la comunidad no llegaría muy lejos). La esperanza de vida en el monasterio nunca fue, por tanto, muy alta. Beissel estaba convencido de que Cristo regresaría al mundo mientras él viviera, y lo haría "como un ladrón en la noche". Por tanto, cada noche, todo el monasterio se levantaba entre las 12 y las 2 de la mañana para vigilar la venida de Cristo. Al morir el líder en 1768, la comunidad perdió su razón de ser y desapareció al poco tiempo, integrándose casi todos sus miembros en la Iglesia Baptista del Séptimo Día, que al fin y al cabo, era la más parecida a su doctrina.