martes, marzo 25, 2008

Intrigas de los Omeyas

Bajo la dirección de los califas omeyas, el entonces joven mundo musulmán llegó a su máxima expansión territorial y a las mayores cotas de cultura y creatividad hasta la época. Fue, sin embargo, un imperio altamente inestable, y en el que el poder del califa estuvo constantemente cuestionado por facciones rebeldes. En unos cien años, entre 644 y 759, reinaron hasta quince califas, de los cuales seis acabaron asesinados. Hubo tres grandes guerras civiles y más de diez levantamientos generalizados.

Los omeyas eran la familia que descendía de Umayyad (Omeya). Éste compartía tatarabuelo con Mahoma, que era de la familia de los hashimitas. Como buenas familias pertenecientes a la misma tribu -los Quraish-, y cercanas al poder, los omeyas y los hashimitas se llevaban a matar. De hecho, los omeyas fueron los principales opositores a la nueva religión musulmana, hasta que Mahoma les sometió y se convirtieron en 630.

El primer califa omeya fue Utmán, elegido en 644 por la comunidad de líderes tribales (shura) según la tradición de los Quraish, al haber sido uno de los primeros convertidos al Islam, con la oposición de toda su familia. Siendo califa, sin embargo, dio los primeros pasos hacia la dinastización, dando prioridad a los omeyas para ocupar cargos de gobernador. Su gobierno próspero y de gran libertad política y religiosa dio pie a las primeras intrigas, instigadas por rencillas tribales, enemigos personales del califa y potencias extranjeras temerosas de la expansión islámica -Utmán triplicó la extensión del califato-. Pero sobre todo por Alí, también discípulo del profeta, que negaba la validez de las decisiones de la shura al defender que Mahoma le había designado personalmente su sucesor antes de morir. Una revuelta aparecida en Egipto terminó con el asesinato del califa en 656.

Sunitas, chiítas y jariyitas

Oficialmente, Alí fue proclamado califa por las familias de Medina. Sin embargo, Moavia, gobernador de Siria y primo de Utmán, acusó a Alí de haber causado su asesinato y de no hacer nada por condenar a los culpables. Tras apoyar, pero no participar, en la rebelión que lideró Aisha, viuda de Mahoma, que fracasó, organizó su poderoso ejército sirio y se enfrentó a Alí en Siffin. Hubo un empate en la batalla, y Alí negoció con Moavia una tregua -el arbitraje de Adroj (658)-, bajo la cual ambos adversarios mantendrían su posición anterior. Esto le valió que una fracción de los partidarios de Alí, pertenecientes a las tribus de Janifa y Tamin, le consideraran un traidor y se escindieran, bajo el nombre de jariyitas y el lema "no hay más norma que la de Dios", defendiendo que el califa no es quién para decidir el reparto de poder en el mundo. Alí no pudo acabar con todos los rebeldes en el motín, y terminaron asesinándole tres años después.

Moavia, que ya se había autoproclamado califa en 660, se apresuró hasta la capital, Kufa, con su reorganizado ejército desde Damasco, a hacerse con el título. El hijo primogénito de Alí, Hasán, al no contar con fuerzas suficientes, huyó a Medina y le dejó el trono libre a Moavia. Su hermano Husein intentó recuperar los derechos al trono, pero fue derrotado y muerto en Kerbala en 680. A su muerte a principios de ese mismo año, el califa Moavia había creado oficialmente la dinastía omeya, al obligar a los nobles a reconocer a su hijo Yazid como heredero. Esto le permitió consolidar el poder califal, pero también hacerse muchos enemigos que dieron lugar a numerosos enfrentamientos por la sucesión.

Desde este momento, la autoridad estuvo para siempre dividida en el mundo islámico. Frente a la ortodoxia musulmana, o sunismo, los derrotados seguidores de Husein constituyeron la secta chiíta, que volvería a la lucha repetidas veces, especialmente en Arabia e Irak, hasta ser un elemento clave en la caída de la dinastía omeya. Básicamente, los chiítas no reconocían la autoridad omeya, y en su lugar dieron el título de imán, o líder espiritual -para diferenciarlo del más mundano título de califa- a los sucesores de Alí. Siglos más tarde, un imán moriría sin descendencia, lo que provocaría la escisión del chiísmo en sub-sectas rivales entre sí.

Por otra parte, los jariyitas formarían una facción autodeclarada la defensora de la pureza islámica. Esta secta, hoy en día casi desaparecida, defendía que el califa no debía ser designado hereditariamente, sino que su elección debía emanar de la comunidad. Tras asesinar a Alí, constituyeron otro importante centro de oposición contra los omeyas, causando varias revueltas locales especialmente entre los bereberes del recién conquistado Magreb, en zonas de la alta Mesopotamia e Irak y Arabia del Norte, aunque el chiísmo alcanzó dimensiones mayores.

Califa en lugar del califa

Yazid murió en 683 a mitad del asedio de la Meca, tratando de someter a Abdulá ibn Zubair, que había apoyado a Husein y a su muerte se autoproclamó califa en Arabia y Egipto. Abdulá produjo fuertes dolores de cabeza a los califas de Damasco, ya que controlaba el principal lugar de peregrinación islámico. Para rivalizar con él, los omeyas construyeron la Mezquita de la Roca de Jerusalén. La existencia de los dos califas se prolongó diez años, ya que una de las dos principales tribus sirias, los Qaisíes, le apoyó contra la de los Kalbíes, aliada de Damasco. La lucha entre estas dos tribus significaría una larga guerra civil, a la que se unió una tercera facción, la del rebelde al-Moktar, que se había hecho fuerte en Irak y defendía los derechos de otro descendiente de Alí -Mohamed ibn al-Hanafiya-, sin su consentimiento.

El nuevo califa de Damasco, al-Malik, decidió esperar a que las dos facciones rebeldes se destruyeran entre sí en lugar de atacar abiertamente. Finalmente al-Moktar fue derrotado en Kufa por Abdulá en 687. Fue entonces el momento de atacar a su debilitado ejército, que cayó en la Meca cinco años después, tras un durísimo asedio que destruyó el Lugar Santo de la Kaaba. Abdulá fue decapitado, y su cuerpo expuesto para escarmiento de rebeldes. El nuevo soberano de todo el mundo islámico fue de centralización y paz interna. Gracias al gobernador de Irak y su lugarteniente personal, al-Hajjaj ibn Yosef, ninguna revuelta tuvo éxito durante esos años. Esto le permitió proseguir con las conquistas y llegar a la máxima expansión del imperio, desde España hasta la India.

Cuando gobernaron los hijos del gran al-Malik, menos autoritarios, los rebeldes volvieron a la carga. Al heredar un imperio tan grande y heterogéneo, y en el que los árabes gozaban de privilegios y exenciones fiscales sobre los extranjeros, fue cada vez más difícil garantizar la cohesión. Aunque uno de los soberanos, Omar, intentó abolir esta diferenciación, la consecuente bajada de impuestos se volvió insostenible, y la vuelta a la subida de impuestos llevó a revueltas generalizadas, sobre todo en la Transoxiana en 734. Para agudizar los problemas, el califa Hisam sufrió derrotas en todos los confines del imperio (Tours, Samarkanda, Akroinon, etc.), y cada vez más rebeliones de descontento surgían en un territorio imposible de controlar: los chiítas de Sayid en Irak, los bereberes en el Norte de África -Marruecos y España se disgregaron del califato en 740-, los jariyitas en Irán, y los feudos de las conflictivas tribus sirias desangrándose entre sí. Mientras, la decadencia y las intrigas de palacio iban a más: los miembros de la familia, junto con generales y gobernadores, luchaban por el poder -el borracho y corrupto califa al-Walid II fue asesinado por su propio primo, Yazid, que no fue más brillante que él-.

Los verdugos abásidas

El fin de los omeyas vino de mano de la familia de los Abásidas, descendientes de Abás y familia política -lejana- de Mahoma. De hecho, se cree que no eran árabes, sino persas conversos, lo cual explica que se hicieran fácilmente con el apoyo de los ciudadanos no árabes de Irán. Con la excusa de que los omeyas se habían alejado del espíritu del Islam, se atrajeron a chiítas y jariyitas, englobando a toda la oposición posible -aunque no hay que decir que, tras el derrocamiento de la dinastía, siguieron enfrentándose a los nuevos califas-.

Los abásidas consolidaron su poder en Jurasán, al noreste de Irán, lejos del poder central, y en 747 comenzaron una revuelta abierta. En 749, el abásida Abu se hizo proclamar califa en Kufa. Al año siguiente derrotaron a los omeyas en Zab, y el califa Marván II fue perseguido y asesinado en Egipto. Liberando todo el rencor acumulado durante cien años, los vencedores ultrajaron las tumbas de los omeyas y asesinaron a los restantes miembros de la familia. Sólo uno se salvó, Abderramán, que huyó a la provincia limítrofe de Córdoba y allí prolongó la dinastía, pero ésa es otra historia.

AÑADIDO 02-04-2008 (versión en español): Si se quiere continuar con la historia del último omeya, Abderramán I emir de Córdoba, recomiendo este artículo del blog Historias de la Historia

jueves, marzo 06, 2008

Ciencia y tecnología en la Alemania nazi

Todo hay que decirlo. La Alemania de los años 1932 a 1945 fue uno de los mayores focos, sino el mayor, de investigación tecnológica y científica del mundo. Durante ese periodo los brillantes ingenieros alemanes crearon más de 300,000 patentes, que tras la guerra los vencedores se apropiaron y aprovecharon para posteriores desarrollos, y han llevado a muchos productos que usamos ahora.

Este post no es ningún tipo de apoyo ni identificación con la ideología nacionalsocialista ni con el régimen de Hitler. Sólo trata de mostrar los avances tecnológicos que se produjeron en este contexto temporal y político.

Avances bélicos

Teniendo en cuenta el objetivo militarista de Hitler, existió un fuerte apoyo financiero a la investigación orientada a la guerra. Sin embargo, muchos de los avances armamentísticos alcanzados se echaron a perder a causa de enfrentamientos de facciones dentro del ejército y a la planificación inestable de Hitler. Se despilfarraron muchos recursos en proyectos políticamente efectistas pero poco factibles, mientras que se dedicaron pocos esfuerzos a hacer prácticos los nuevos inventos. Aun así, los alemanes contaron con una ventaja tecnológica en la guerra, al utilizar por ejemplo el primer rifle automático y los primeros cañones de tipo "railgun".

El Messerschmitt Me 262 (llamado "Schwalbe", la golondrina) fue el primer avión a reacción operativo de la Historia. Tras una serie de reformas y retrasos, debidos técnicamente a la ausencia de aleaciones capaces de resistir el sobrecalentamiento causado por la velocidad, pero también a la convicción de Hitler en una victoria rápida y la innecesariedad del nuevo modelo, en mayo de 1943 el prototipo del caza cohete estaba listo. Alcanzó casi los 900 km/h en sus vuelos de prueba, lo que hizo a Adolf Galland, jefe de la Aviación de Caza, exclamar: "Parece impulsado por los ángeles!". Sin embargo, la obcecación de Hitler hizo que se reconvirtiera al prototipo en bombardero, retrasando su fabricación un año y neutralizando sus grandes ventajas que eran la velocidad y poder de fuego contra bombarderos. Finalmente, menos de 300 ejemplares entraron en combate. Pese a algunos éxitos puntuales, como la legendaria actuación del escuadrón JV44 de J. Steinhoff y el mismo Galland, con más de mil derribos, el caza-cohete no tuvo repercusión a causa de la falta generalizada de combustible y pilotos experimentados -fue una auténtica trampa mortal para muchos novatos-. Además, las desavenencias de Göring con Galland hicieron que no se fabricara en la escala necesaria. Al final de la guerra, los aliados se apropiaron de los modelos que quedaron intactos, de los que proceden directamente el F-86 Sabre americano y el MiG-15 soviético.

Los U-boot, submarinos alemanes, fueron el arma marina más operativa que tuvieron en el Atlántico durante la guerra. Especialmente el modelo U-boot VII fue el submarino más avanzado de su época, armado con cinco lanzatorpedos mientras que alcanzaba 18 nudos en superficie. La táctica propuesta por Dönitz, comandante de la Kriegsmarine, la "manada de lobos", se basaba
en ataques nocturnos en grupo a convoyes ingleses, que significaron enormes pérdidas para la Royal Navy. De todas formas, la tardanza del almirante en convencer a Hitler de la conveniencia de la guerra submarina disminuyó considerablemente la escala de esta. A partir de 1943, los aliados aprendieron finalmente a contrarrestar a los U-boot mediante la localización por radar y los aviones torpederos.

Sin embargo, la mayor innovación alemana en la guerra submarina consistió en el U-boot XXI. Este submarino de nueva generación, que influyó directamente en los diseños de los primeros submarinos nucleares norteamericanos, combinaba novedosas tecnologías que lo podrían haber convertido en uno de los mayores retos para la marina aliada y haber influido decisivamente en el transcurso de la guerra. Por un lado disponía un nuevo sistema hidráulico de recarga, que le proporcionaba una potencia de disparo seis veces mayor que la de los tipos VII. Por otro lado, su sistema de sonar le permitía disparar sin necesidad de apuntar con el periscopio, aumentando así su sigilo. Pero principalmente, la combinación del diseño estilizado de su casco con la amplia capacidad de sus baterías eléctricas, le daban mayor velocidad sumergido que en superficie (17 nudos frente a 15) y mayor tiempo de inmersión, convirtiéndolos en una presa extremadamente difícil de cazar. Entre 1943 y 1945 se construyeron 118 unidades de este modelo. Sin embargo, sólo dos de ellos (U2511 y U3008) participaron en misiones de combate antes del fin de la guerra, debido al largo periodo necesario para la formación y entrenamiento de su tripulación en una tecnología tan novedosa.

El primer misil balístico, el Vergeltungswaffe 2 ("Arma de Venganza"), o V-2, fue desarrollado por el equipo de ingenieros de Wernher von Braun en 1942, tras una década de trabajos en propulsores de alcohol y oxígeno líquido. Pero aunque contó con todo el apoyo de Hitler, la producción en masa no comenzó hasta finales de 1943. El cohete tenía como ventaja su enorme velocidad, lo que lo hacía virtualmente ilocalizable e indestructible por los aliados. Sin embargo, su corta autonomía (poco más de 300 km) y nula precisión, lo hicieron sólo útil en los bombardeos indiscriminados que llevó a cabo Hitler en la costa sur de Inglaterra. Hasta comienzos de 1945, cayeron casi 1500 misiles en territorio inglés. Una vez terminada la guerra, tanto la URSS como los EEUU se apresuraron en llevarse a su país a los especialistas que habían desarrollado esta arma. Entre ellos, el equipo del mismo Von Braun creó el cohete Saturno V para la NASA, que (supuestamente) llevó al hombre a la Luna en 1969.

También hay que mencionar el V-1, desarrollado en paralelo al V-2, y que se considera el primer misil guiado. Al igual que con el V-2, las medidas de defensa tradicionales empleadas por los aliados (cazas interceptores, cañones antiaéreos, globos aerostáticos, ...) resultaron ineficaces frente a estas nuevas amenazas, siendo las únicas defensas adecuadas las proporcionadas por la destrucción de sus bases de lanzamiento y las actividades de desinformación del contraespionaje (en las que las acciones de los agentes dobles del sistema XX y, en concreto, el español Juan Pujol alias "Garbo" fueron de vital importancia).

También se sospecha que los alemanes llevaron a cabo pruebas nucleares en Turingia en Marzo de 1945, dos meses antes que los americanos. Sin embargo, la clasificación de los documentos que supuestamente lo prueban ha hecho imposible saber con certeza hasta ahora el grado de avance con que contaban.

Otros inventos

En 1935, el ingeniero Fritz Pfleumer creó el K1, primer grabador magnetofónico. Por lo tanto, los primeros conciertos musicales y discursos políticos grabados fueron alemanes. El uso militar que se le dio fue muy extenso, como medio de grabación de transmisiones tanto propias como interceptadas. Los aliados sabían que los nazis estaban utilizando un dispositivo de este tipo, pero no lo conocieron hasta que invadieron Alemania en 1944. Allí, el ingeniero estadounidense Jack Mullin analizó el dispositivo, una gran invención para su época, que fue comercializado por la empresa Ampex y revolucionó la industria de los medios americana durante los 40 y los 50.

La primera máquina funcionando con aritmética binaria, la Z3, que incluía posibilidades de programación, fue desarrollada en 1941 por el ingeniero alemán Konrad Zuse, y se convirtió en esencia en la primera computadora digital. Aunque fue destruida durante un bombardeo en 1944, marcó una fase para el posterior desarrollo, en 1948, de la famosa computadora americana ENIAC, que incorporó la aritmética decimal.

Los dispositivos de infrarrojos con los que contaban los interceptores alemanes servían muy bien en misiones nocturnas, al mismo tiempo que los aliados comenzaban a plantearse si una tecnología así era posible.

En medicina no vamos a indicar los infames experimentos pseudo-científicos del doctor Mengele con los prisioneros de los campos de concentración. De un lado más constructivo, es obra de científicos alemanes de esa época la primera relación directa entre el tabaco y el cáncer de pulmón -lo que hizo que durante varios años estuviera prohibido fumar en la Luftwaffe-. También fueron ellos los inventores de la metadona y de los pesticidas modernos.