viernes, octubre 19, 2007

Trabajos forzados

A lo largo de la Historia ningún gobierno ha cesado de intentar que los presos produjeran riqueza a través del trabajo forzado. De hecho, la cárcel tiene su origen en los alojamientos para esclavos, mano de obra forzada que ya desde la Antigüedad existía en Egipto, Asiria, Grecia, Roma y los califatos islámicos. Los esclavos provenían de criminales, prisioneros de guerra, y niños abandonados, además de los propios hijos de esclavos.

En la Edad Media, el Imperio Carolingio se sustentaba en un 20% de población esclava, pero a causa de la prohibición por parte de la Iglesia, esta práctica se abandonó entre cristianos. Las relaciones evolucionaron a partir del siglo X hacia la servidumbre, en la que el campesino estaba ligado a la tierra y su amo. Este sistema perduró en todo el mundo, con variaciones, desde los señores feudales de Europa hasta los Shogunatos de Japón. En Inglaterra desapareció a lo largo del siglo XVII y en Francia en 1789, mientras en Europa Oriental duró hasta bien entrado el siglo XIX.

Una forma moderna de servidumbre es el peonaje, bajo el cual los trabajadores firman contratos temporales en los que sólo se les paga por alojamiento y alimentación. Esta práctica laboral fue dominante en las tempranas sociedades modernas coloniales del siglo XVII y XVIII, y sigue siendo común en muchos países en vías de desarrollo, como la India y Bangladesh.

En 1452 el Papa Nicolás V emitió la bula “Dum Diversas”, que permitía a los reyes cristianos a reducir a sarracenos, paganos e infieles a la esclavitud hereditaria. Tal hecho comenzó el tráfico masivo de esclavos negros, que duraría hasta la abolición de la esclavitud durante el siglo XIX. Gracias a la colaboración de los más poderosos imperios africanos (Songhay, Benín), los europeos sustituyeron a los árabes como principales exportadores de esclavos africanos. Estos esclavos fueron asentados en su mayoría en las colonias de América para trabajar en las grandes plantaciones. Aun después de la abolición de la esclavitud, los antiguos estados esclavistas del Sur de Estados Unidos adoptaron los “Black Codes” que imponían el trabajo forzado y el derecho al castigo corporal de los negros, en vigor hasta 1866. En la actualidad la esclavitud todavía existe en forma de tráfico de personas (especialmente mujeres y niños) secuestradas para ejercer como esclavos sexuales o trabajadores. Hoy en día existen más de 27 millones de esclavos en el mundo.

Prisiones y colonias

No es hasta la aparición del concepto moderno de la gradación de castigos que se institucionalizan las cárceles. Hasta entonces, el encierro carcelario era para enemigos políticos, ya que los criminales comunes eran ejecutados o enviados a las galeras (el rey francés Luis XIV redujo las penas de muerte para contar con una flota bien aprovisionada). Es a partir del desarrollo económico capitalista e industrial, con la emigración masiva a las ciudades, que las autoridades trataron de convertir a las nuevas multitudes de pobres y desocupados en una fuerza provechosa, y se construyen edificios con funciones penitenciarias.

Durante el siglo XVIII, las nuevas ideas humanistas y socialistas utópicas definen al delincuente como víctima del orden social, y defienden la cárcel como un método de corrección con penas necesariamente largas, llevando a una masificación de las prisiones. De esta manera las cárceles se dotaron de sistemas de vigilancia complejos, ya que éstos se suponían beneficiosos para el desarrollo del arrepentimiento, del mismo modo que el control de los obreros suponía una mejora de su rendimiento en el trabajo.

Ante el encarecimiento de almacenar a tantos presos en sus cárceles, Gran Bretaña fue el primer país en aplicar el trabajo forzado durante el siglo XIX (en minas o construcción de infraestructuras), pero hasta 1853 no diferenció el trabajo asignado a los distintos tipos de criminales en función de la gravedad de su delito. También las potencias coloniales alentaban a los infractores a optar por alistarse en los ejércitos en lugar de ser encerrados en una cárcel (como Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial). O en tiempos de paz, el destierro a colonias deshabitadas era una solución frecuente que, colonizando nuevos territorios, alejaba a los indeseables de la metrópolis.

Australia recibió como primeros pobladores europeos a unos 800 presos británicos, en una fecha que se conmemora hoy como día nacional. A lo largo de las décadas posteriores, miles de reos fueron a poblar los centros de detención y de trabajo forzado de diversas instalaciones carcelarias coloniales. Francia creó colonias penitenciarias en sus posesiones sudamericanas de Guayana Francesa, célebres por el trato brutal que recibían los presos hasta su clausura a mediados del siglo XX.

Muchas colonias surgieron desde el principio con fines de producción, durante los siglos XIX y XX fueron instalaciones características de gobiernos autoritarios que explotaron con saña a los presos, como la Alemania Nazi, la Unión Soviética, China, Rumania y Vietnam del Norte. También las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial utilizaron a alemanes como mano de obra forzosa para reconstrucciones.

Los primeros campos de concentración Nazis se construyeron en Alemania para albergar oponentes políticos del régimen. A partir de 1942 se crearon campos cerca de fábricas para proveer de mano de obra forzosa. IG Farben estableció una planta de caucho sintético en Auschwitz III (Monowitz), y otros campos se situaban cerca de fábricas de aviones y cohetes, y de minas de carbón. Los prisioneros eran frecuentemente enviados en masa a las cámaras de gas cuando era necesario renovar la mano de obra.

La Unión Soviética creó una enorme red de Gulags (al menos 476) para servir como destino de las víctimas de las purgas de Stalin, especialmente minorías étnicas y, tras la Segunda Guerra Mundial, a alemanes e incluso soldados del Ejército Rojo liberados. De ellos, los más tristemente famosos fueron los campos construidos en Siberia al norte del Círculo Polar, en Kolyma, Norilsk y Vorkuta. En total unos 18 millones de personas pasaron por este tipo de campos, de los que más de la mitad murieron. Los Gulags fueron uno de los pilares del desarrollo industrial soviético, ya que se les asignaron principalmente las tareas de explotación de los recursos naturales y construcción de infraestructuras en áreas remotas del país.

Un negocio lucrativo

En Estados Unidos se ha comenzado a privatizar los servicios de encarcelamiento (Wackenhut Corrections, Correctional Services Corporation y Corrections Corporation of America), aduciendo que los costes de la administración privada son menores que los de la administración pública. Este tipo de empresas-prisión ofrece a los presos trabajar por unos ingresos mucho menores que los ciudadanos comunes, ya que se incluye el ligero coste de su manutención. Por lo tanto, las prisiones pueden hacer contratos muy ventajosos con grandes corporaciones, para trabajos de ensamblaje de sus productos.

jueves, octubre 11, 2007

Increíble Benín

En 1602 el comerciante holandés Pieter de Marees describió la ciudad de Edo (hoy Benin City), capital del Imperio de Benín, con estas palabras: "La ciudad de Benín, amurallada, se compone de un sistema de enormes calles rectas. Estas calles, aunque no están pavimentadas, son muy anchas y están bien mantenidas [...]. Buenas y espaciosas casas de madera se extienden a lo largo de las calles, contando con porches cubiertos [...]. El palacio del rey es muy grande, con galerías tan extensas como las más de Ámsterdam, vigiladas constantemente, y soportadas por pilares de madera encajados con planchas de cobre sobre las que se ven grabados describiendo victorias militares pasadas. Entré tan profundo dentro de este edificio que a cualquier parte que miraba sólo veía puerta tras puerta que desembocaba en otros lugares" [de Marees, 1602].

En su obra "Descripción de Guinea", donde recopilaba información sobre usos y costumbres de los pueblos indígenas de la costa de Benín, de Marees describía mayormente a la población como "belicosos, promiscuos, salvajes y ladrones". Sin embargo, en su obra logró retratar muchos aspectos de la avanzada cultura de los Bini.

Increíble Benín

Efectivamente los europeos encontraron allí un imperio con un complejo sistema administrativo. El rey, el Oba, tenía un gran poder religioso (de hecho el país nunca se convirtió al cristianismo) y político, aunque éste estaba supervisado por dos concilios, uno hereditario, los Uzama, y otro electo, compuesto por los jefes territoriales del reino, y con gran influencia sobre las decisiones del Oba. También la mayoría de los reyes de los territorios cercanos tenían un título elegido por el pueblo y no hereditario.

La cultura del Imperio de Benín era, al contrario de la de los colonizadores europeos, muy social. Mientras en Europa la tierra era vista como una propiedad y una inversión, en África era una propiedad común, en la que cada individuo poseía el derecho a trabajar trozos de ella, pero nunca sobre la propia tierra, ya que ésta era del clan o la comunidad. Igualmente, el nombre de los recién nacidos era decidido por acuerdo común del pueblo.

Una Edad de Oro con trampa

La llegada de los portugueses significó un profundo cambio social. Los Bini no tenían por costumbre el intercambio comercial con fines de lucro, pero el comportamiento de avidez por la riqueza, característico de los europeos, fue imitado finalmente por los indígenas. "Con el paso del tiempo ellos ganaron tanto conocimiento de los productos, que casi nos sobrepasaban" [de Marees, 1602]. En efecto, tras un tiempo de relaciones comerciales, los africanos comprendieron que en Europa no tenían el oro de Benín ni el cobre del Sahara, de modo que tenían el poder de subir los precios al haber cada vez más clientes y tratarse de un negocio de valor creciente, hasta el punto que "se volvieron tan orgullosos y ansiosos como avarientos ricos. Tras ver que era buena mercancía, procuraban por todos los medios de falsificar el mismo oro, transformando 100 gramos en 150 y engañando de esta manera a los extranjeros".

Los habitantes de Benín tenían una arraigada cultura del alcohol, lo utilizaban constantemente para celebrar nacimientos, ofrendas, cultos a la tierra y multitud de ritos sociales. Destilaban a partir de miel, plantas y mijo, y producían una especie de ron de baja graduación, de modo que al probar el fuerte aguardiente que trajeron los europeos, el alcoholismo se convirtió en un mal común. De Marees ya describió que "eran por naturaleza grandes bebedores", y que, a falta de costumbre a esta bebida, se volvían fácilmente agresivos. Esta circunstancia fue muy aprovechada por los europeos, junto al tráfico de armas de fuego, para promover guerras tribales que se convirtieron en una fuente para comenzar el comercio de esclavos.

Así pues, el Impero de Benín complementó el comercio de oro con el de marfil, pimienta, pieles, y sobre todo, esclavos obtenidos de guerras. A lo largo de los siglos XVI y XVII se convirtió en el imperio más rico y poderoso de África Occidental, y surgió una clase comerciante con un afán de lucro comparable al Occidental. Exploradores británicos advirtieron que el Oba era capaz de reunir un ejército de veinte mil hombres en un día, y hasta cien mil hombres si era necesario.

El fin del imperio llegó con la abolición de la esclavitud, de la que su riqueza había llegado a ser totalmente dependiente, y Benín entró en un período de decadencia que se tradujo en descenso de ingresos, pérdidas territoriales y emigración. De esta manera, en 1897, los británicos ocuparon y saquearon la ciudad de Edo. El reino se convirtió en el protectorado de Nigeria, y las magníficas obras de arte de los Bini se guardan ahora en una sala del Museo Británico.