miércoles, abril 23, 2008

Pensilvania, tierra de sectas

¿Has visto "Único testigo"? Los amish y menonitas son comunidades cristianas que rechazan aspectos de la sociedad moderna y, por decisión propia, se abstienen de su ritmo de vida y de muchas de las costumbres relacionadas con la tecnología y las ideas progresistas. ¿De dónde surgieron, cómo se formó su particular manera de entender la religión? ¿Y por qué asentaron raíces tan profundas en el estado de Pensilvania (EEUU)?

Convulsiones religiosas en Europa

Todo comenzó en la ciudad suiza de Zurich, en Enero de 1525. Eran los años de la reforma religiosa desencadenada por Lutero. En cada ciudad europea surgían nuevas teologías, interpretaciones y corrientes cristianas que cuestionaban la doctrina de Roma. El pastor Ulrich Zwingli, líder del movimiento reformista en Zurich, tuvo un encontronazo con un grupo, liderado por Conrad Grebel, que exigía una reforma rápida y radical. Se hacían llamar a sí mismos anabaptistas ("rebautizadores"), ya que rechazaban el bautismo infantil por considerarlo involuntario, y exigían que todo cristiano fuera bautizado ya en edad adulta. Sin embargo, también defendían la total independencia del Estado y la Iglesia, y eso les trajo problemas. El Concilio de Zurich apoyó a Zwingli al expulsarlos de la ciudad.

Ante la mala acogida que la reciente comunidad había recibido de los gobernantes, por considerarlos peligrosos, en 1527 se reunió en Augsburgo el "sínodo de los mártires", donde los principales seguidores del movimiento acordaron las bases teológicas del anabaptismo. Poco después de la celebración del sínodo, la mayoría de los participantes fueron arrestados y ejecutados.

A partir de ese momento, los anabaptistas (llamados menonitas, en honor a uno de sus líderes espirituales, el holandés Menno Simons) fueron perseguidos tanto por católicos como por luteranos, y asesinados por miles. Esto les obligó a comenzar a reunirse en secreto por las noches, en sus casas o en cuevas. Poco a poco fueron cerrándose en sí mismos, recluyéndose de la sociedad, y cambiaron la intención de evangelizar a la gente por la de vivir de manera humilde, "predicando con el ejemplo". Un grupo de ellos se unió, durante el siglo XVII, a la Iglesia oficial de Suiza, y consiguió que las persecuciones cesaran. A causa de esto, los menonitas restantes se fragmentaron. En 1693, el joven Jacob Amán rompió con su comunidad, acusándola de ser tolerante hacia estos menonitas que estaban integrados en la Iglesia. Terminó formando, junto con otros seguidores, la comunidad amish, que representó desde entonces la corriente más radical de la ideología menonita.

América: ¿libertad y exenciones fiscales? Pues vamos

En el siglo XVII, la existencia de amish y menonitas en Europa estaba más o menos aceptada, pero nunca dejó de incomodar a los príncipes, y de hecho, en algunos territorios las persecuciones no terminaron hasta 1710. Estas comunidades fueron vagando de país en país, sujetas a la tolerancia mostrada por el gobierno correspondiente, y sobre todo, a la utilidad que se les podía sacar. Efectivamente, los menonitas eran conocidos por su tenacidad en el trabajo, su pacifismo y su desinterés por entrometerse en la política. Así pues, mientras se les consiguiera aislar del resto de la sociedad, eran útiles para recuperar tierras empobrecidas y labrar zonas sin roturar. Los gobernantes sólo tenían, pues, que montar leyes que no les permitieran mostrarse en público: estuvieron obligados a construir sus iglesias en calles traseras, y no se les permitía tocar la campana para llamar a misa. Unos impuestos más altos que el resto de la población les terminaba de cortar todo poder de influencia.

A mediados del siglo XVII, la mayoría de los menonitas huyeron de los Países Bajos, donde habían gozado de una relativa calma durante años. El endurecimiento de sus condiciones les llevaron a Alemania, en las cercanas regiones de Westfalia, Sajonia y Hamburgo, donde se unieron a un grupo de cientos de cuáqueros existentes y también confinado en esas tierras. Los cuáqueros habían surgido recientemente en la puritana Inglaterra, como un movimiento que defendía la meditación libre y personal sobre la religión, y fueron convenientemente perseguidos por la Iglesia Anglicana.

Fue entre este grupo de cuáqueros y menonitas discriminados que el terrateniente William Penn (también cuáquero) solicitó colonos para su nuevo asentamiento. Penn había recibido en 1681, gracias a la influencia de su familia, las tierras de la región que llamó Silvania (más tarde Pensilvania en su nombre), y allí creó un territorio con leyes propias que garantizaban el libre culto y una ley equitativa de impuestos. La primera colonia americana de este tipo consistió en una familia menonita y doce de cuáqueros, que fundaron Germantown, a las afueras de Filadelfia, en 1683. Durante los años siguientes, 2500 menonitas y 500 amish llegaron a la región, desplazándose poco a poco hacia el occidental condado de Lancaster, de tierras más salvajes y baratas. Una forma de holandés y alemán eran, y aún son hoy en día en algunos grupos, la lengua usada por estas gentes.

Entre estas comunidades pronto se produjeron nuevas fragmentaciones, al contrario de sus análogos europeos, que terminaron fundiéndose en una única Iglesia Menonita. En América terminó por diferenciarse el movimiento de la Antigua Orden Menonita, de otras comunidades. Estos se convirtieron en las típicas y sencillas granjas aisladas de personajes barbudos, totalmente reacios al uso de tecnología, a utilizar botones y a la educación superior de sus hijos. Sus valores han sido siempre la pertenencia a la comunidad, el amor por la tierra, y la educación religiosa y orientada a oficios artesanales.

Los amish han estado, desde su aparición, exentos del servicio militar y fuera del sistema de seguridad social, al creerse ellos solos en derecho de cuidar a la comunidad. Igualmente ocurre con otros servicios, casi todas las iglesias tienen seguros de vida para los miembros de la comunidad. El Mennonite Disaster Service es una red norteamericana de voluntarios que actúan en emergencias nacionales o locales. Es curioso el caso del Amish Lancaster County, que en 1885 creó su propio cuerpo de bomberos.

Menonitas disidentes

El resto de grupos menonitas (huteritas, menonitas de la Iglesia de Dios en Cristo, Brethren de Cristo) , algunos más progresistas y otros más puritanos, comparten la gran parte de la doctrina con los primeros, pero variando algunos comportamientos e interpretaciones de determinados versículos de la Biblia. El grupo probablemente más curioso fue el que fundó el Monasterio de Éfrata, también en el condado de Lancaster (Pensilvania) en 1732. Éstos descendían de una rama pietista de los menonitas alemanes asentados en Germantown, de la que en 1728 se habían escindido los Baptistas del Séptimo Día, que sólo se diferenciaban de los primeros en que decidieron practicar el día sagrado de descanso el sábado.

De entre ellos, el carismático Conrad Beissel fundó la comunidad de eremitas de la que se proclamó líder. Esta comunidad pretendía vivir en la tierra de la forma más parecida posible a como se imaginaban que sería en el cielo. La vida en el monasterio se caracterizó por una disciplina muy dura, que incluía dormir seis horas cada noche en un cajón de madera y comer una sola comida vegetariana al día (aunque en la Biblia no se menciona en ningún momento que en el cielo haya que comer, se pensó que si no se incluía una comida al día la comunidad no llegaría muy lejos). La esperanza de vida en el monasterio nunca fue, por tanto, muy alta. Beissel estaba convencido de que Cristo regresaría al mundo mientras él viviera, y lo haría "como un ladrón en la noche". Por tanto, cada noche, todo el monasterio se levantaba entre las 12 y las 2 de la mañana para vigilar la venida de Cristo. Al morir el líder en 1768, la comunidad perdió su razón de ser y desapareció al poco tiempo, integrándose casi todos sus miembros en la Iglesia Baptista del Séptimo Día, que al fin y al cabo, era la más parecida a su doctrina.

miércoles, abril 16, 2008

Caporetto: La batalla que cambió Italia


El amanecer del 24 de octubre de 1917 comenzó con tremendos ruidos de explosiones. Un bombardeo de la artilleria austriohúngara en la zona de Caporetto (Kobarid, en esloveno) dió comienzo a la 12ª batalla del Isonzo. El ataque, liderado por tropas especiales alemanas ("Sturmtruppen"), rompe rápidamente el frente y amenaza con cercar al III ejército italiano que lo defiende, sembrando el caos entre las filas enemigas. El pánico se adueña de las tropas, que huyen en desbandada y no son capaces de ofrecer una resistencia eficaz. Sólo en el río Piave, a más de 100 kms del lugar donde comenzó la ofensiva y última línea de defensa de la llanura véneta, se consigue establecer el frente después de que los alemanes y austrohúngaros forzaran demasiado sus líneas de suministros. En tan sólo 15 días las fuerzas austrohúngaras y alemanas alcanzan una de las victorias más sonadas de la Gran Guerra, inflingiendo al ejército italiano más de 30.000 bajas y capturando 275.000 prisioneros.

Durante la batalla destacó un joven capitán alemán, Erwin Rommel, que dirigió una compañía de 250 tropas de montaña a la toma del monte Matajur, capturando más de 9.000 prisioneros y recibiendo por ello la mayor condecoración alemana, Pour le Mérite.

Un ejército desmoralizado

La víspera de la batalla, los soldados italianos formaban un ejército cansado y desmoralizado. Desde mayo de 1915 Italia había lanzado hasta once ofensivas en el valle del río Isonzo (Soča en esloveno), con ganancias territoriales mínimas a un coste terrible (alrededor de la mitad de los 600.000 italianos caídos durante la Gran Guerra se dieron en el valle del Isonzo). El área es particularmente favorable para los defensores, con altos riscos y desfiladeros resguardados tras una ancha corriente de agua que tiene la costumbre de desbordarse con frecuencia.

A pesar de todo, el alto mando italiano eligió este sector para lanzar sus ataques principalmente porque presentaba las mejores posibilidades de anexiones territoriales. Las grandes pérdidas, la dura disciplina impuesta por los altos mandos, la larga duración de una guerra que parecía interminable y los propios motivos impopulares detrás de una guerra ofensiva, habían creado un estado de ánimo antibelicista en todo el país.

Un ejército triunfante

La revolución rusa de febrero de 1917 y la decisión del gobierno provisional ruso de continuar la guerra mediante una ofensiva catastrófica en el verano terminan por hundir la capacidad combativa del ejército ruso. Motines, deserciones en masa, rendiciones de unidades enteras sin oponer resistencia se convierten en la norma. En este contexto, Alemania y Austria-Hungría deciden transferir un buen número de unidades del frente oriental, donde ya no son necesarias, al frente italiano para lanzar el gran ataque.

Por otro lado, los alemanes vienen del frente oriental habiendo probado nuevas tácticas de combate más eficaces, llamadas tácticas de infiltración. Ideadas por el General Oskar von Hutier para romper el estancamiento creado por la guerra de trincheras, perseguían la sorpresa y la rapidez en el ataque. Comenzando con bombardeos breves pero intensos, les seguía un ataque liderado por "sturmtruppen", con apoyo aéreo directo, que tenían como objetivo atravesar y desbaratar la retaguardia eliminando al soporte artillero y las líneas de comunicaciones. El grueso de la infantería se encargaría de limpiar las bolsas de resistencia dejadas por las tropas de asalto. Estas tácticas se habían probado con éxito en septiembre en la toma de Riga, pero no fue hasta Caporetto cuando se probaron por primera vez a gran escala.

Tras demostrar su éxito se emplearon masivamente en el frente occidental y estuvieron a punto de decantar la guerra del lado alemán, principalmente durante la Ofensiva Ludendorff. Estas tácticas sentaron las bases de la doctrina alemana desarrollada en el periodo de entreguerras, dando como resultado los principios de la Blitzkrieg usados con tanto éxito durante la primera mitad de la Segunda Guerra Mundial.

Italia reacciona

Las primeras consecuencias que la batalla de Caporetto tuvo en Italia fueron la sustitución del mariscal de campo Luiggi Cadorna por el general Armando Diaz como comandante en jefe del ejército, así como la formación de un nuevo Gobierno, en cierto modo inevitable tras los altercados y las polémicas habidas en retaguardia entre los defensores de la neutralidad y los defensores de la intervención.

Sin embargo, el cambio que mayor influencia tendría en los siguientes años fue la transformación de la opinión pública sobre la guerra. Antes, el ejército había luchado en terreno extranjero con el objetivo de conseguir anexiones territoriales. Caporetto, luchado casi en su totalidad en territorio italiano, transforma el objetivo de la guerra en la lucha por la defensa de la patria. Este hecho y la escala de la derrota italiana son explotados hábilmente por algunos personajes públicos, como el poeta nacionalista Gabrielle D'Annunzio, precursor de los ideales y las técnicas del fascismo italiano, y, especialmente, Benito Mussolini, entonces redactor del periódico Il Popolo d'Italia, que difundieron emotivas llamadas al sentimiento patriótico, a la disciplina y a la lucha contra el invasor. Con sus arengas consiguen levantar los ánimos de más de medio millón de nuevos reclutas que aportan las fuerzas suficientes para resistir los siguientes envites austrohúngaros en el Piave y salvar a Italia de la ocupación.

Algo más de un año después, aprovechando la visibilidad y el liderazgo así conseguidos, Mussolini fundó el movimiento fascista, abriendo la etapa más negra de la historia moderna italiana.

jueves, abril 03, 2008

El genio artístico de Austria-Hungría

Viena, al amanecer del siglo XX, era una enorme ciudad, capital del Imperio Austrohúngaro, y el cuarto centro político y financiero del mundo. Es la época clásica de Francisco José y Sissi, los valses y óperas, y los suntuosos palacios y edificios eclécticos vieneses. Sin embargo, cerca de los rancios ambientes de la aristocracia decadente de los Habsburgo y el cerrado racionalismo artístico, existía en la sombra un enjambre de artistas de vanguardia, rebosando de energía intelectual y sensual. Las obras de esta generación "clandestina", progresistas y provocadoras, chocaron constantemente con el conservadurismo de la cultura austrohúngara. Hoy en día, nuestra visión moderna lo considera uno de los movimientos más creativos de la Historia.

Simbolismo vs Realismo

En los últimos años del siglo anterior, llegó a Austria la influencia de la corriente simbolista. Este movimiento había surgido como oposición al realismo y naturalismo imperantes, que habían dejado de tener sentido con la difusión de la fotografía. El simbolismo, en cambio, rechazaba la mera representación de las apariencias en favor de las ideas, una especie de forma de pensar neorromántica y espiritual. Se tratan reflexiones sobre la vida y la muerte, el amor, la divinidad, la naturaleza, las estaciones del año, etc. Especialmente se representa la figura de la mujer, que simboliza por sí misma tanto el deseo como la muerte (Klimt), un ser sensual que se vuelve casi mágico (Mucha) y finalmente simplemente provocador (Schiele).

En medio de este ambiente entre academismo y simbolismo, de las viejas y las nuevas generaciones de artistas de la Escuela de Artes y Oficios de Viena, estudió el joven Gustav Klimt, hijo de un inmigrante de Bohemia. Criado en un ambiente pobre pero cercano al arte, era un ferviente admirador del pintor clasicista Hans Makart. Sin embargo, sus experimentos en motivos alegóricos y sus dorados trabajos en decoración arquitectónica, así como la búsqueda de la simbología transmitida por la sensualidad femenina, terminaron de marcar su estilo personal.

Tuvo de hecho grandes problemas con esto último, cuando realizó las pinturas Filosofía, Medicina y Jurisprudencia para la Universidad de Viena en 1894. Las conservadoras personalidades políticas, estéticas y religiosas del Imperio se llevaron las manos a la cabeza ante el explícito lenguaje sexual de estas obras, que fueron consideradas abiertamente como "pornográficas". Klimt no volvió a aceptar encargos de instituciones públicas.

La secesión vienesa

Mientras tanto, en Francia y Gran Bretaña, surgía el Art Nouveau. Directamente relacionado con el simbolismo, pero con más aportaciones estéticas que de concepto, uno de sus mayores representantes gráficos fue el checo Alfons Mucha, natural de Moravia. Tras fracasar en Viena, movió su estudio a París, donde adquirió un gran prestigio y un inesperado éxito comercial, especialmente en los diseños de los carteles para las obras de la actriz Sarah Bernhardt y en las revistas de difusión simbolista (La plume, 1898). Aun sin estar relacionado con Klimt, también persiguió la espiritualidad mediante la representación sensual del cuerpo femenino, pero tratándolas como personajes intocables dignos de cuentos de hadas.

La versión austriaca de este arte fue representada por el movimiento de la Secesión de Viena, fundado por Klimt y otros artistas en 1897 a imagen de los movimientos de Munich y Berlín. Con los años, influiría más que éstos en las nuevas corrientes del Art Nouveau. El objetivo de la institución se centró en oponerse al insípido eclectismo imperante y fomentar la experimentación en nuevos materiales y formas decorativas que, de nuevo, rompieran con los clásicos de la época. De hecho, construyeron su propio pabellón de exposiciones, diseñado por uno de los componentes, el arquitecto Josef Maria Olbrich. Otros miembros del movimiento fueron los arquitectos Otto Wagner y Josef Hoffman, y el pintor y decorador Koloman Moser.

Durante cinco años, la institución creó efectivamente un nuevo estilo que se secesionaba de todo lo existente, utilizando motivos y formas más puros y abstractos en sus obras. Además, éstas consiguieron mezclar diferentes artes decorativas en una sola -arquitectura, pintura, orfebrería, decoración- acercándose a la idea llamada del "arte total".

En 1903, tres de los principales artistas del movimiento, Klimt, Hoffman y Moser no pudieron soportar convivir con una facción que se oponía a la fusión de las artes decorativas -los llamados naturalistas-, y fundaron independientemente el Wiener Werkstätte. Es este instituto el que creó el estilo más verdaderamente distintivo de la corriente Art Nouveau, la aplicación de la belleza a los objetos prácticos, caracterizada por las formas simples, la decoración minimalista y el uso de patrones geométricos.

Ya en 1899, en su Nuda Verita, Klimt había introducido una cita de Schiller: "Si no puedes agradar a todos con tus hechos y tu arte, complace a unos pocos". Efectivamente, el arte producido por la Werkstätte defendía el valor de ser único y manual, en oposición a las corrientes industrialistas de las Escuelas de Artes y Oficios europeas, orientadas cada vez más a la producción en masa. Este espíritu elitista fue confirmado por Hoffman, al decir que "ya que no es posible trabajar para todo el mercado, nos concentraremos en aquéllos que se lo pueden permitir."

Romper con las tendencias sociales que les rodearon tuvieron su precio: Tanto Hoffman como Olbrich fueron exiliados, el primero a Bruselas y el segundo a Darmstadt (Alemania), donde continuó participando activamente de la escuela modernista de la ciudad. Por su parte, Hoffman continuó persiguiendo la aplicación práctica del arte en arquitectura y objetos, y sentó las bases de lo que después sería el Art Deco.

Nuevas secesiones. El expresionismo

Junto con su discípulo, Egon Schiele, Klimt creó en 1917 el Kunsthalle (Salón de Arte) de Viena, para atraer a artistas locales y evitar su fuga al extranjero. Klimt se mostró siempre muy interesado en el joven pintor, le introdujo en el Wiener Werkstätte, y en 1908 tuvo su primera exposición. Juntos experimentaron con nuevas tendencias simbolistas, más centradas en los sueños y aspectos más oscuros de la conciencia humana, como la angustia y la soledad. El estilo de Schiele, sin embargo, fue cada vez más diferente al de su maestro, ya que descuidaba el estilo de sus obras para centrarse en la pura expresión de la idea. Había nacido el expresionismo.

No hay que olvidar, con un estilo más personal, al genial y excéntrico pintor húngaro Csontváry, también a medio camino ente el simbolismo y expresionismo, y sus misteriosos cuadros plagados de metáforas y sentimiento dramático.

Schiele abandonó a Klimt para dedicarse enteramente al nuevo estilo. Al igual que su maestro, Schiele ganó prestigio en toda Europa pese a no ser un gran viajero, de hecho prefirió recluirse en su estudio, lejos del ruido de Viena. Sin embargo, no deja de observar los comportamientos neuróticos de los habitantes de la ciudad, decadente y replegada sobre sí misma, descritos por Sigmund Freud y representados por él mismo y su contemporáneo Oskar Kokoschka, que recibió formación del genial Klimt. Éste último se convertiría, tras la prematura muerte del maestro y de Schiele en 1918, en el más intenso artista expresionista del siglo XX, cuyos cuadros, declarados "degenerados" y perseguidos por los nazis, reflejaron los aspectos más desgarradores y oscuros de la difícil época que vivió.