Los orígenes de las Cruzadas nacieron de un sentimiento espontáneo de peregrinos cristianos que visitaban los Santos Lugares. Estos iban cada vez más en grupos armados, pese a que los árabes, muy tolerantes, no les oponían ningún obstáculo. Este sentimiento fue aprovechado por el papa Urbano II, que predicó la primera Cruzada en 1095, con la finalidad de desviar las actividades belicosas de los señores feudales. Además, de esta forma se permitía hacer una exhibición de fuerza ante su debilitado enemigo, la Iglesia Ortodoxa de Oriente, al enviar mercenarios a la defensa del Imperio Bizantino. Tuvo un éxito extraordinario, miles de caballeros cruzados de toda Europa se agruparon en Constantinopla y conquistaron Jerusalén, y se crearon órdenes militares que lo mantuvieron durante casi cien años.
Sin embargo, durante las siguientes Cruzadas, los reyes tienen un papel cada vez más importante, que incluso choca a veces con la dirección pontificia. Hombres de negocios italianos financian las infructuosas expediciones de San Bernardo de Claraval, y luego de Ricardo Corazón de León junto al emperador Federico Barbarroja.
Los problemas financieros de la cuarta Cruzada
El papa Inocencio III quiso cambiar esta situación predicando una cuarta Cruzada. Evitando cuidadosamente que los reyes asuman su dirección, planifica un ataque muy organizado contra Egipto, corazón del imperio de Saladino. Contrató a los venecianos el transporte, logística y refuerzo de tropas, y nombró al italiano Bonifacio de Montferrato, descendiente de

En Venecia se presentaron sólo una tercera parte de los soldados prometidos, y con ellos poco más de la mitad de los marcos de plata necesarios para pagar. Exigiendo los venecianos el pago de las naves, que sí habían construido, se tuvo que llegar a un acuerdo entre las dos partes. Finalmente, el duque Enrico Dandolo de Venecia, hábil diplomático y sobre todo hombre práctico, consiguió atraer la Cruzada para sus propios intereses.
Pese a que el papa Inocencio había prohibido expresamente a los cruzados "cometer actos atroces contra otros vecinos cristianos", los venecianos exigieron como pago a los caballeros que tomaran la ciudad de Zara, rebelde a Venecia y bajo la protección del rey Emerico de Hungría y Croacia, que sin embargo había mostrado apoyo a la Cruzada. Algunos cruzados, decepcionados, volvieron a casa, mientras la mayoría se enfrentaban a una amenaza de excomunión tras tomar la ciudad.
Mientras esto ocu

El sinsentido
La ciudad cayó con la rápida huida del emperador, y Alejo IV fue coronado emperador de Constantinopla. Sin embargo, encontró enormes problemas para encontrar el oro y plata que había prometido a sus socios, pese a fundir grandes cantidades de objetos valiosos que existían en la ciudad. Este ataque a las posesiones de la población, junto con la antipatía creciente hacia los extranjeros que ocupaban su ciudad, causaron luchas continuas entre griegos y cruzados en las calles y en la corte.
En Enero de 1204, un cortesano líder del movimiento antilatino acabó estrangulando al emperador -la manera favorita de derrocar en Bizancio- y se autoproclamó Alejo V. Lo primero que hizo fue terminar el contrato con los cruzados y expulsarlos de la ciudad. Éstos asaltaron la ciudad, pero fueron repelidos por la fiera resistencia de la población griega.
La desmoralización de los cristianos los puso al borde de la retirada. Sin embargo, los clérigos que les acompañaban hicieron uso de un discurso efectivo, desoyendo las continuas órdenes del papa Inocencio de que cancelaran este ataque contra cristianos: esta acción no era un castigo de Dios por sus pecados, sino una prueba a sus espíritus. Eran los griegos, asesinos y traidores al asesinar a su patrón, y literalmente "peores que los judíos", los que merecían la muerte. El resultado de estos ánimos fue efectivamente la toma de la ciudad días más tarde, pero seguida de un saqueo considerado como el más violento y humillante de la Historia.
Durante tres días, y pese al intento por parte de los venecianos de restablecer la calma, los caballeros franceses participaron de una locura en la que continuamente pasaban a cuchillo a la población, destruían obras de arte

Después del fin
La creación del Imperio Latino de Oriente, partido en una serie de estados pertenecientes a venecianos y señores franceses, fue vista como un elemento decisivo para el éxito de futuras Cruzadas. En realidad, las traiciones, exilios y asesinatos se sucedieron entre la nobleza durante el medio siglo que duró el Imperio, y el emperador latino se mostraba siempre incapaz de otener el apoyo de la población griega del territorio y de resistir las embestidas de turcos y búlgaros. De hecho, es a partir de un territorio griego, Nicea, que Miguel Paleólogo consigue asegurar la reconquista de Constantinopla en 1261 y la restauración del Imperio Bizantino. Sin embargo, la antes gran ciudad de Oriente nunca se recuperó, y el Imperio se volvió una degeneración de lo que era hasta la caída en manos turcas.
A partir del siglo XIII la idea de Cruzada decae, como algo fuera de su tiempo. Es blandida en muchas ocasiones como excusa para hacer la guerra contra herejes o príncipes enemigos de Roma, de modo que su poder moral se termina agotando en toda Europa excepto en Chipre, asiento de los reyes de Jerusalén, y Rodas, base de los Hospitalarios, que seguirán soñando obsesionados con la idea durante dos siglos más.