René Descartes, el hombre considerado como precursor del Método Científico y autor de libros revolucionarios como su Discurso del Método, murió en circunstancias oscuras que hasta hoy no se han podido aclarar.
En 1646, la impetuosa reina Kristina de Suecia, aficionada a las artes y la filosofía (aunque poco profunda en sus pensamientos, según admitió el propio Descartes), comenzó a cartearse con el filósofo, que se encontraba en su retiro en Holanda. Impresionada por sus enseñanzas, lo hizo llamar como invitado a la corte sueca para que fuera su profesor de matemáticas y filosofía. Esto formaba parte de su plan de rodearse de célebres pensadores europeos y convertir Estocolmo en un gran centro cultural.
Después de varias "invitaciones" forzosas, para las que la reina envió a un almirante y más tarde un buque de guerra, en 1649 Descartes aceptó su oferta a regañadientes. En Estocolmo fue recibido con todos los honores, se le incorporó a la aristocracia sueca y se le ofrecieron tierras conquistadas en Alemania.
Muerte en la Corte
No disfrutó de la vida en la corte. Aparte de algunos encargos puntuales (como unos versos en francés para un ballet, o unos planes para la Academia Sueca) sólo tenía que enseñar a la reina por las mañanas. El problema era que Kristina era extremadamente madrugadora, y fijó las horas de sus clases a las 5 de la mañana en pleno invierno sueco. Para Descartes, acostumbrado a quedarse leyendo y pensando en la cama hasta mediodía, fue un duro golpe. Como solía decir, "los pensamientos de los hombres se congelan aquí en invierno, igual que el agua". Cinco meses después de su llegada, el 11 de febrero de 1650, murió.
La versión oficial de la época dice que murió de neumonía. Tras tratar a un embajador francés en Estocolmo, que había contraído esta contagiosa enfermedad, Descartes enfermó a su vez y murió una semana más tarde. Considerando su poca costumbre al frío norteño, parece plausible. Se le enterró en un cementerio para niños no bautizados (al ser católico en un país protestante), y unos años más tarde volvieron sus restos a Francia. Caso cerrado.
Sin embargo, el embajador francés, Hector P. Chanut, grabó en su lápida esta inscripción: "Expió los ataques de sus rivales con la inocencia de su vida". Así pues, alguien pudo asesinarle. Motivos no faltaban, siendo un católico más influyente que la mayoría de los nobles. Se le pudo considerar peligroso y culpable de las inclinaciones catolicistas de la reina Kristina (que cuatro años después abdicó, se convirtió y se fue a vivir a Roma).
La prueba de la mentira
En 1980, por pura casualidad, se encontró la prueba. El científico alemán Eike Pies, revisando correspondencia de su ancestro Willem Piso en la Universidad de Leyden (Holanda), dio con una carta que le enviaba Johann van Wullen, médico personal de la reina Kristina y testigo de la agonía de Descartes. En la carta se detallan los síntomas día por día: debilitamiento, vómitos, diarrea, mareos, pigmentación de la piel, lesiones cutáneas, enteritis... síntomas comunes en una intoxicación por arsénico.
Entonces, Descartes fue envenenado casi con total seguridad. Cómo se ocultó la verdad? En la carta, Wullen indica que la reina quiso leerla antes de ser enviada e indicó que no cayera en manos de extraños. Probablemente Kristina quería salvar del desprestigio a la monarquía sueca, que ya era objeto de rumores e intrigas palaciegas a causa de las excentricidades de la reina. De esta manera, nunca se llegó a investigar el asesinato. Y los libros de Historia todavía cuentan la versión "oficial" de los hechos.
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