Cuenta Amadou Hampâte Bâ en su libro Mémoires que, en el África Occidental Francesa, el gobernador de Dakkar imponía un impuesto a la población indígena de sus territorios, algo llamado irónicamente entre los africanos "el precio del alma", por ser el impuesto a pagar por el derecho a la vida. Era a través de los comandantes de círculo que las recolecciones de impuestos se hacían efectivas.
"Galletas de plata?"
Un día del año 1916, el gobernador había hecho saber que, a partir de entonces, ya no se podía pagar el impuesto en especie, sino en metálico. El comandante del círculo de Dori convocó a los jefes de las tribus tuaregs para darles a conocer el nuevo reglamento.
Cuando estuvo delante del jefe de las tribus del Logomaten, dijo al intérprete: "Haz saber al jefe que, por orden del gobernador, desde ahora el impuesto ya no se pagará en especie, sino en monedas."
El intéprete se giró hacia el jefe y expresó en la lengua fula de Dori: "El comandante ha dicho que el gran gobernador ha dicho que ahora el impuesto deberá ser pagado en bouddi". Cabe señalar que en fula, la palabra bouddi sirve para designar tanto las monedas de cinco francos como las galletas de mijo cocidas.
El jefe tuareg, muy feliz, sonrió y dijo: "Intérprete! Da las gracias al comandante, y dile que dispongo de una gran cantidad de mijo, y también de sirvientes como para preparar tantos bouddi como quiera, como para alimentar a la población de Dori durante meses y meses!".
El intérprete se dio cuenta del error: "No se refiere a bouddi de harina de mijo, sino a bouddi en dinero." El jefe, confuso, pidió ver una muestra de la galleta que se le pedía. El comandante dio una moneda de cinco francos al intérprete, que se la tendió al jefe. Éste le dio vueltas, la miró, la sopesó, la mordió... después se la devolvió al intérprete: "Esta galleta de plata, dónde se ha cocinado?". Tras escuchar al intérprete, el comandante explotó: "En Francia! De dónde quiere que venga?".
"En Francia?", dijo el intérprete, estupefacto. "Intérprete, dile al comandante que sea razonable. Me pide que le de galletas de plata que se han cocinado en Francia, siendo que él mismo es francés. Yo soy un tuareg de Dori, que sólo sabe fabricar galletas de mijo. Debería ser yo el que le pidiera al comandante galletas de plata de su casa, y no al contrario! Si el comandante quiere que le pague el impuesto que debo a Francia con camellos, bueyes, corderos, cabras, mijo, arroz, mantequilla o esclavos, puedo hacerlo. Pero si exige que le dé las galletas que me enseña y que se cocinan en Francia, entonces quiere pelea. Acepto! Pero le prevengo: el tuareg que yo soy se encuentra en la pelea como pez en el agua!"
Acto seguido, tendió su brazo derecho al comandante: "Intérprete! Dile al comandante que me mire el brazo. No es ni menos blanco ni peor hecho que el suyo. Que mire mi nariz: no es menos recta que la suya. Soy tan blanco como él. Si estuviéramos solos, de hombre a hombre, el comandante no me dictaría su voluntad, porque no es ni más fuerte ni más valiente que yo. Si quisiera, le invitaría a un duelo personal en las dunas, y estaría seguro de vencerle. Pero no... la única ventaja que tiene el comandante sobre mí, y que le permite atormentarme con sus "yo quiero esto" y "no quiero eso", es porque su país es más fuerte que el mío."
Sin saludar, el jefe tuareg salió y saltó sobre su dromedario. No hubo duelo entre el comandante y el jefe, sino una guerra entre Francia y los tuaregs, especialmente las tribus del Logomaten y Oudalan. Fue la gran revuelta de 1916.
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