La piratería existe desde que los primeros marinos se hicieron a la mar, ya que era una forma de buscar beneficios económicos para los pobladores de las costas, normalmente pobres. En un principio no era una actividad condenable, siempre que no se hiciera contra conciudadanos. Era más bien lícita, e incluso loable, cuando la presa era extranjera. Homero ya inmortalizó en sus escritos las aventuras de Aquiles y Menelao, que no dudaban en realizar correrías lucrativas en territorio enemigo, y de Ulises, que estableció su guarida en la isla de Ítaca.
El Mediterráneo antiguo
Con la desaparición de la civilización minoica, deja de existir un claro dueño del Mediterráneo. Desde que las ciudades-estado empiezan a surgir, este mar se convierte en una frecuentada ruta comercial, a la vez que insegura. Piratas etruscos y tracios asaltan periódicamente las costas griegas y del sur de Italia. Los fenicios, que asocian sin reparos los conceptos de la piratería y el comercio, nutren su mercado de esclavos de esta manera. La isla de Creta se convierte en el nido de piratas por excelencia del Mediterráneo. No fue hasta el siglo VI aC que Atenas llevó a cabo la primera campaña contra los piratas para intentar traer paz en sus rutas comerciales. Es entonces también cuando se comienza a reprobar el hecho de ser pirata, cuando la actividad busca un beneficio individual en lugar de para la comunidad.
Roma tuvo serios problemas con los piratas cilicios, que asolaron Sicilia y llegaron hasta Ostia. Parece ser, incluso, que Julio César fue tomado prisionero por los piratas cuando era joven (aunque inmediatamente después de ser liberado buscó ayuda, los apresó y los mandó crucificar). En el siglo I aC, Pompeyo toma Cilicia, y da a los piratas una inteligente elección: enrolarse en la armada romana, o ser esclavizados. Durante siglos, el "Mare Nostrum" fue un lugar seguro para el transporte y el comercio romanos, no llegando nunca sin embargo a imponer su autoridad en las costas atlánticas.
Piratería medieval
Después de Roma, Bizancio se convirtió en la mayor potencia mediterránea, pero al no controlar la totalidad de las costas, tuvo que hacer frente continuamente a piratas narentinos, cilicios y norteafricanos. En 1204 Constantinopla es conquistada por los cruzados, los cuales comienzan a realizar actos de piratería en las costas orientales y establecen un lucrativo comercio de esclavos árabes y turcos. Las rutas comerciales de genoveses y venecianos también fueron vigiladas y asaltadas por catalanes, sicilianos y malteses. De esta época surge la expresión "far il corso", literalmente hacerse su camino, utilizada por marinos que se alistaban en buques piratas para salir de su situación de pobreza. De ahí la palabra moderna "corsario".
En el Mar del Norte, las estaciones de primavera y otoño, con las densas nieblas, lo hacían un escenario ideal para la piratería. Primero vikingos en las costas, y luego bretones, irlandeses y bordoleses en las rutas comerciales de barcos ingleses, holandeses y bálticos. En el siglo XIV surge la Hansa, una agrupación comercial entre ciudades septentrionales, con el objetivo de ofrecer protección mutua. Sin embargo los acuerdos raramente se cumplían, y mientras tanto cada señor tenía piratas a su servicio para actuar contra otras ciudades.
Edad de oro y decadencia
A partir del siglo XVI el tema de la piratería se vuelve cuestión política. Los grandes Estados comienzan a influir en ella, tanto financiando buques piratas como firmando acuerdos anti-piratería con otros estados. Como consecuencia de la influencia de los estados, los nuevos corsarios disponen de barcos más modernos y sofisticados, dando lugar a una auténtica edad de oro de la piratería. Destacaron sobre todo las ciudades portuarias de Argelia (Bujía, Orán, Argel), que fueron protegidas y financiadas por los reinos musulmanes, especialmente el otomano y el nazarí de Granada, utilizando sus corsarios como un arma para debilitar la influencia de las naciones cristianas. Es la época de los hermanos Barbarroja (Baba Aruj y Khaid ar Din) que, asociados al Imperio Otomano, provocaron cuantiosas pérdidas a la flota española.
A partir del siglo XVII, las molestias causadas por los corsarios a sus propios protectores hacen que éstos les retiren progresivamente su apoyo. En el siglo XVIII las armadas de Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas eran lo bastante poderosas como para controlar la decadente actividad pirata, que terminó desapareciendo un siglo más tarde.
domingo, diciembre 10, 2006
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2 comentarios:
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yo tambien escribo sobre historia
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- David
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